"Hace unos años, yo era un Señor. Cada mañana me enfundaba mi traje, me anudaba la corbata, y me dirigía a la oficina en un Mercedes negro. Por las tardes, recogía a mis hijas del colegio y jugábamos en el parque hasta que mi esposa venía a buscarnos. Los domingos me iba con mis amigos al bar, o a ver algún partido, o practicar deporte. Tenía muchos amigos, y pasábamos muy buenos ratos juntos. En vacaciones, íbamos al poblado donde nací, en el sur del país, a la casa de mis padres.
Siempre me han gustado las tecnologías, Mi empresa de telecomunicaciones era una de las más conocidas de mi país, y había prosperado mucho desde que me trasladé a Kabul. Sí, era un Señor.
Desde 1978, Afganistán estaba inmersa en una interminable guerra de la que todos sacaban beneficios menos los propios habitantes del país. Pero yo era feliz con mi vida, con mi familia y con mi trabajo. Hasta que en 1992 llegaron los extremistas islamistas y arrasaron con todo. Me dejaron sin casa, sin familia, y sin nada, destruyeron mi vida. Huí como pude de aquel infierno en el que se había convertido Kabul, y tras pasar muchas penurias, llegué a España.
Aquí sobrevivo como puedo, gracias a la caridad de las personas. Esta mañana, todas las portadas de los periódicos que había en el kiosko hablaban de una gran crisis. Y yo pienso ¿qué crisis? ¿sabrá ese señor de ahí, que me está sacando una foto, lo que es una crisis de verdad? Si se acerca se lo cuento..."
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