sábado, 12 de abril de 2008

Las mamoas




Siempre tuve mucha química con un tío político, Gerino Núñez. Gerino era periodista de “El Progreso” de Lugo y del “Heraldo” de Viveiro y cuando “tomábamos” tierra en Viveiro, siempre me tenía algo preparado.

En uno de aquellos viajes, en una Semana Santa, al llegar me dijo: “Montse, tengo un amigo que fue guarda del ICONA, que tiene una sorpresa para ti y te va a encantar. Fundamental que no lo comentes, tenemos que entrar en una finca privada”.

A la mañana siguiente salimos en coche de Viveiro, rumbo a la zona de Magazos. Hicimos kilómetros, no sabría decir cuantos, pero se me hicieron eternos, lo único habitable que pasamos por aquellos montes fue un “polvorín” del Ejército, que como curiosidad (no se si aún está allí) diré que me parecía increíble que estuviera en medio de la nada sin más vigilancia que una garita y poco personal (Era la época en la que en Galicia hubo ciertos atentados reivindicados por un auto-determinado “Exército Gerrilleiro do Pobo do Galiza Ceibe”, uno de ellos en la casa de Fraga en Villalba, a pocos kilómetros de allí).

Cada vez la carretera se cerraba más por los eucaliptos y mucho “toxo” (algo parecido a la retama) y helechos, no había duda que estábamos entrando en la zona de “La Gañidoira” (uno de los parajes donde se realiza la “rapa das bestas” con los caballos salvajes). Estábamos en la nada, y nunca mejor dicho.

A punto de llegar a donde dejaríamos el coche, paramos para ver un cruceiro. Era un cruceiro muy curioso. Estaba situado en la cuneta de aquella “carretera” (por llamarlo de alguna manera) bastante rodeado de maleza. El brazo horizontal se movía perfectamente y según me contó Xosé, era utilizado para “despistar” a los que lo utilizaban como guía.



Yo moví aquel brazo, y, asombrosamente, se movía bastante fácil. Lo giré solo un poco pero no me costó trabajo.

A continuación, volvimos al coche, y una vez dentro, empezaron a comentarme cual era nuestro destino final. Íbamos a dejar el coche en la casa de los guardeses de una inmensa finca de “Celulosas de Galicia”, y, sin permiso, ya que los guardeses, amigos de Xosé de toda la vida, mirarían hacía otro lado mientras saltábamos la valla y nos dirigíamos hacia una zona, bastante alejada, en la última meseta de la última montaña, donde había un altar celta, o “pila de sacrificios” y unas “mamoas”.

Para entenderlo mejor, Gerino me contó en que consistían aquellos “monumentos”.



Hubo un tiempo, durante la existencia de la cultura celta, la costumbre entre ellos de cortar las cabezas de sus enemigos, embalsamándolas para que se conservaran. Para un celta, la cabeza es el recinto del alma, por lo que pensaban que parte de esa inmortalidad del alma pasaba al poseedor de la cabeza cortada.

Más aún, en algunas tribus celtas, la iniciación de los jóvenes, consistía en salir del asentamiento y volver con una cabeza humana.

En la primera de las fotos se puede ver la pila de sacrificios al fondo pero cuando llegamos más cerca nos cubrió la niebla. En la segunda una de las mamoas exterior y en la última la misma mamoa en su interior.

Si algo podemos disfrutar en Galicia, además de su gastronomía y sus caldos, es la historia. En este caso, de la época Neolítica, la Mesolítica y la Edad del Bronce, proceden numerosos dólmenes y mamoas, símbolos de la cultura funeraria celta.

Una mamoa (tambien llamadas en Galicia medoñas, medorras o medelas) no es mas que el conjunto que formado por un dolmen y su cobertura de tierra y piedras con que se solía rematar el enterramiento. Se ven muy bien por que destacan en el campo como un pequeño monticulo y de ahi su nombre (mamoa=mama).



Los dolmenes que suelen contener las mamoas pueden ser de pequeño tamaño (simples lajas de piedra de 1 metro de alto) hasta de losas de grandes dimensiones como por ejemplo el dolmen de Dombate (La Coruña). Los grandes dolmenes suelen ubicarse aislados, pero las pequeñas mamoas suelen formar conjuntos llamados campos de mamoas, compuestos por hasta docenas de las mismas y ubicadas en un mismo lugar (siempre en un campo de monte bajo y llano).

En nuestro caso, el que vimos fue uno de los llamados campos de mamoas, y puedo decir una cosa, son las mamoas más auténticas que he visto. No parecían ni tan siquiera escarbadas o tocadas. Pero eso no puedo asegurarlo.

Algo que me llamó poderosamente la atención, ya que Xosé y Gerino me lo hicieron saber y me animaron a comprobarlo, fue que al meter la mano dentro de la mamoa cambiaba completamente la temperatura y no había ni la mitad de humedad que se sentía fuera. Llegué a meter la cabeza y sentí un olor agradable ya que había, además de un helecho, diversas flores, pero lo que me impactó, repito, fue el calor que hacía dentro, pero si fuera, con aquel jersey de alta montaña y con una buena camiseta térmica debajo, empezaba a sentir frío, en cuestión de 30 segundos, con medio cuerpo dentro, sentí agobio y sudor. No sabría decir la diferencia de temperatura pero era realmente muy llamativa.

Según me contaron, de vuelta ya para el coche (imagino que lo hicieron allí para que me ayudara a caminar puesto que la sensación de claustrofobia también me hizo pasar muy malos momentos cuando se cerraba sobre nosotros), la conservación de los cuerpos en aquellas mamoas era sorprendente. Xosé nos contó que él, en su momento y por su puesto en el ICONA, puso en conocimiento de sus jefes, varios monumentos celtas y de otro tipo, para ver después como en muchas ocasiones pasaban a fincas particulares, en particular, contaba que un cruceiro, que el encontró entre la maleza, acabó en la casa familiar de un ministro franquista, perteneciente a una famosa “saga” de políticos, en Viveiro. Pues de igual modo estuvo presente en el levantamiento de alguna de aquellas mamoas y contaba que alguno de sus “ocupantes” salía asombrosamente bien conservado.

6 comentarios:

Jazmín Lobo dijo...

Me encanta la historia.

Ojalá tengas muchas historias como esta que contarnos.

Un Beso, guapa.

Anónimo dijo...

Ainssssssssss que ilusion hablando de cosas de mi tierra, jejejejeje.

Biquiños.

Anónimo dijo...

UN DOLMEN Y UNA MÁMOA SON LO MISMO.
LA CULTURA MEGALÍTICA Y LA CULTURA CELTA ESTÁN SEPARADAS POR VARIOS SIGLOS.
LA PRESENCIA CELTA EN GALICIA ES DISCUTIBLE.

Anónimo dijo...

que tonteria pretender querer cambiar la historia,ahora va a ser que no somos celtas,si no hijos de asterix y obelix,no te jode,jajajaja,ahi cada elemento por estos lares

abril 2012 dijo...

Como podeis ser tan desagradables con gente que se dedica a publicar cosas bonitas en Internet para disfrute de los demas?

Anónimo dijo...

HAY GENTE TAN INCULTA QUE NO SABE DISTINGUIR ENTRE LA ÉPOCA DE LA PREHISTORIA Y LA ÉPOCA DE LOS CELTAS Y ENCIMA HACEN COMENTARIOS DESAGRADABLES SE RIE DE LOS DEMÁS.
ME HA GUSTADO MUCHO LA DESCRIPCIÓN QUE HACES.